Desde hace mucho tiempo lo he sabido:
Me enamoraré de una camarera. Una que esté detrás de la barra de un garito molón. No hace falta que sea exuberante; no hace falta que sea rubia -ni siquiera teñida-; aunque trabajando como barwoman en un local nocturno se le presupone cierta belleza, por supuesto.
Pero no puede ser cualquiera; necesita cumplir una única condición, necesaria y suficiente para mi enamoramiento:
que, cuando le pida tres tercios, me pregunte si lo que quiero es un litro.
miércoles, 5 de mayo de 2010
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3 comentarios:
yo también quiero enamorarme de una camarera, o mejor, quiero que una camarera se enamore de mí y me de doble ración de pincho y me cobre las cervezas a la mitad,
es que los chicos camareros no me gustan nada nada nada
el otro día en la tele que las mujeres van a por la pasta. aquí tenemos un ejemplo.
bueno, yo no voy a por la pasta de otros, yo voy a mantener mi pasta, tampoco es tan malo,
caballero, ha sido usted muy poco caballeroso,,,
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