domingo, 1 de mayo de 2011

Cerebros - I

Dedicado a todas nuestras madres.

Después de todo, esto no está tan mal. Hay días buenos y días malos, claro, pero no tener tantas preocupaciones como antes es un gran punto a favor: lo único en lo que tengo que pensar es en comer cerebros, y ni siquiera lo hago a diario.

Paso la mayor parte del día disfrutando del buen tiempo que hay en el sur. El haber perdido la nariz ha resultado ser una bendición, porque hace mucho tiempo (no sé cuanto, porque el paso de los días ya no es importante) que no me lavo y mi cuerpo medio descompuesto no debe dar muchas alegrías al olfato con el calor del Sol.

En uno de mis paseos encontré a un grupo de "gente como yo" (ahora nos llamo así) bastante agradable, pero por desgracia la mayoría tiene serios problemas para vocalizar correctamente por falta de piezas necesarias para ello, así que las conversaciones suelen ser bastante cortas y se centran en temas básicos, como "dónde localizar cerebros", "evitar las trampas más habituales de los cerebros", "el sabor del pollo: ¿era dulce o salado?" o "¿hay no-vida más allá de la no-muerte?".

Los días malos son aquellos en que me vence "el ansia". Puedo pasar sin comer cerebros varios días, pero cuando el hambre se apodera de mí no puedo pensar y acabo haciendo alguna tontería, como aquella vez en la que perdí la nariz o aquella otra en la que reventé una muñeca hinchable de un mordisco: eso fue desagradable.

Pero, como decía antes, esto no está tan mal.