viernes, 1 de junio de 2012

Un día cualquiera

Como hacía cada mañana un tiempo atrás, se levantó temprano aunque no tuviera prisa.

Desayunó algo tan rápidamente que no necesitó siquiera sentarse o salir de la cocina y apenas acompañó el pequeño sándwich con un sorbo de café con leche, lo que le permitió llevarse el enorme tazón del líquido marrón a la habitación que hacía las veces de estudio para sentarse frente al ordenador y enfrentarse a la pantalla en blanco por primera vez después de tanto tiempo.

La última vez que había hecho aquello lo hizo en un sitio diferente: se había despertado en una cama más pequeña que la de ahora, había desayunado en una cocina con otros colores y se había sentado a escribir en una habitación en la que la luz de la ventana entraba con un ángulo que evitaba que se reflejara en la pantalla. Ese día, tras muchos cambios y demasiado tiempo, había decidido que había llegado la hora de volver a hacer aquello.