-Basado en hechos reales-
Desperté antes de lo previsto. Antes de lo que debería.
Aún tenía sueño, pero sabía que no podría dormir, que sólo podía levantarme y afrontar mi destino.
Aquella mañana nadie podía ayudarme, había llegado el momento que había estado temiendo tantos días. Era inevitable.
Debía enfrentarme a mi mayor temor: debía prepararme un café.
Seguí las instrucciones, pero algo salió mal. Ese aparato del demonio guardaba agua en la recámara, y en cuanto me distraje aprovechó para verterla toda en la taza, que terminó rebosando de líquido marrón, apenas manchado.
Decidí que aquella máquina infernal no me la volvería a jugar: extraje el depósito de agua y lo vacié completamente, vertiendo después la cantidad justa que necesitaba.
Esta vez saldría bien, me tomaría un café decente y podría ser persona. Necesitaba cafeína y la iba a conseguir.
Eché el café molido en... el sitio donde se pone el café... y encendí el artilugio. Mientras salía el oro negro calenté la leche que le añadiría y preparé el resto del desayuno. Terminé justo cuando la cafetera empezaba a quejarse por la falta de agua, sin que se produjeran daños.
Por fin me dispuse a contemplar el fruto de mi esfuerzo matutino. Retiré la taza y observé. Viendo el resultado, decidí que al día siguiente desayunaría con Cola-Cao.
Pero ese día me tomé el café. Con mala cara.
Y no me sentó bien.
viernes, 9 de abril de 2010
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1 comentario:
Yo estaba ya harto de tantas tonterías con las cafeteras, que si la italiana, que si el filtro, que si la eléctrica, la espresso... Ahora caliento 3/4 de taza (mug) en el micro, cuando hierve la vierto en otra, en la que he añadido una cucharada de azúcar y otra de café soluble natural marca Hacendado, y completo la taza con agua fría. Mmmmmm... delicioso y rapidísimo. Es el mejor café para la mañana. Todo lo demás es complicarse la vida para nada, salvo para perder dinero y tiempo.
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