Le buscó en la oscuridad de las zonas comunes del edificio -algo que no era fácil por el tamaño del
Cuando finalmente entró en su apartamento, Jiménez-Giménez percibió un agradable olor a comida. Fue hasta la cocina, donde se encontraba su gata haciendo la cena, y echó un vistazo a lo que ésta estaba cocinando, albergando alguna esperanza que se vio destruida al comprobar el interior de la cazuela: es relativamente fácil enseñar a una gata a cocinar bien, pero es harto complicado enseñarla a que haga cantidad suficiente para más de una ración. El hambre apremiaba, así que descartó la idea de prepararse algo y tuvo que conformarse de nuevo con una aburrida lata de atún en aceite.
Se encargó de preparar la mesa mientras la ración individual de coq-au-vin terminaba de cocer. Con la comida en los platos, se sentaron a la mesa y Jiménez-Giménez encendió la televisión: mostraba una señora que él recordaba como una anciana desde que era niño, pero que no aparentaba más de sesenta años. Sorprendido, no pudo evitar decir en voz alta:
- Pero, ¿cuántos años tiene esa mujer?
- He leído esta mañana en El Caballero que dice Ni* -respondió la gata- que debe rondar los ochentaitrés
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*El 80% de los redactores de El Caballero que dice Ni recomiendan a sus lectores visitar El Caballero que dice Ni (N. del T.)
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