martes, 23 de marzo de 2010

Jiménez-Giménez llegando a casa

Entró en el edificio y, en el momento en que cerró la puerta, sintió la presencia de algo en el portal. Algo maligno, antiguo, que le había estado esperando con paciencia infinita. La respiración de aquel ser se amplificaba en el vacío portal. Su peor enemigo, que Jiménez-Giménez había bautizado como Cerbero, el Chihuahua Infernal, le impediría alcanzar el pasillo si realizaba un movimiento en falso.

Le buscó en la oscuridad de las zonas comunes del edificio -algo que no era fácil por el tamaño del roedor can- y sostuvo sus miradas con dificultad. Sin apartar la vista de ese par de ojos que parecían mirar a su izquierda y su derecha al mismo tiempo, se desplazó con lentos pasos laterales, con la pared a su espalda. El animal esperó a que el humano se confiara y fue entonces cuando desató su más terrible arma: los Ladridos Infernales, unos grititos agudos capaces de derrotar al más poderoso ejército. Se encontraba a punto de claudicar ante la bestia cuando ésta desapareció al grito de "¡Sissí, mala, entra en casa!".

Cuando finalmente entró en su apartamento, Jiménez-Giménez percibió un agradable olor a comida. Fue hasta la cocina, donde se encontraba su gata haciendo la cena, y echó un vistazo a lo que ésta estaba cocinando, albergando alguna esperanza que se vio destruida al comprobar el interior de la cazuela: es relativamente fácil enseñar a una gata a cocinar bien, pero es harto complicado enseñarla a que haga cantidad suficiente para más de una ración. El hambre apremiaba, así que descartó la idea de prepararse algo y tuvo que conformarse de nuevo con una aburrida lata de atún en aceite.

Se encargó de preparar la mesa mientras la ración individual de coq-au-vin terminaba de cocer. Con la comida en los platos, se sentaron a la mesa y Jiménez-Giménez encendió la televisión: mostraba una señora que él recordaba como una anciana desde que era niño, pero que no aparentaba más de sesenta años. Sorprendido, no pudo evitar decir en voz alta:

- Pero, ¿cuántos años tiene esa mujer?

- He leído esta mañana en El Caballero que dice Ni* -respondió la gata- que debe rondar los ochentaitrés

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*El 80% de los redactores de El Caballero que dice Ni recomiendan a sus lectores visitar El Caballero que dice Ni (N. del T.)

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