No voy a poder cumplirla, una semana más me voy a salir del plazo.
Y el otro día conseguí un texto justo a tiempo para entrar en el plazo del ultimátum que me dio el jefe: si no hubiera entregado ese día me habrían echado. Más me vale que no sepan cómo lo obtuve. Como no tenga nada esta semana me veo con las raíces en la calle. Ahora que llega el otoño de verdad, no suena demasiado bien. Pero soy incapaz de escribir nada. Seguro que el artista que escribía antes esta columna no tenía estos problemas. Me han dicho que era un genio, de lo mejor que publicaban en estas páginas. Y ahora he llegado yo para poner la cara y que me abofeteen la corteza, porque eso es lo que va a pasar. No debería haber aceptado el puesto, se va a descubrir que soy un fraude. No soy capaz de escribir nada suficientemente bueno. No voy a ser capaz. Ni de eso, ni de nada. No soy capaz de escribir cuatro palabras coherentes seguidas. Y sin que sean coherentes no llego a una docena. Ni siquiera podría llenar un cartón de huevos con palabras. Seguro que alguien diría que eso es lo que falta: huevos. Bueno, pues los abedules no usamos de eso, ni comemos de eso, ni tenemos de eso. Lo siento, pero es lo que hay. Somos más de fotosíntesis y semillas y frutos y esquejes. Y si no les parece bien, que se
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Pero no se me ocurre nada.
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