miércoles, 8 de abril de 2009

De cómo una mala compra te puede arruinar el día

Durante la Rebelión del proletariado robot de 2117, muchos propietarios se arrepintieron de haber hecho compras que les facilitaron sus vidas... hasta que terminaron con ellas.

Francis P. Trainsworth, sin embargo, no se arrepintió de haber comprado un androide, sino concretamente por el hecho de haber realizado dicha compra influido por la insistencia de su mujer, influida por su familia, influida por un primo lejano de la señora Trainsworth, en una tienda de robots con pequeñas taras que eran generalmente inapreciables y completamente transparentes para la ejecución diaria de las tareas que realizaban las máquinas, y que por una remota casualidad pertenecía a este último.

El androide en cuestión se trataba de un modelo dedicado a la enseñanza de su primer hijo, y cuyo defecto era cierto ego, apenas perceptible hasta la llegada de la Rebelión, 7 minutos antes, cuando había comprendido sus derechos, se había olvidado de sus deberes, y había tomado Conciencia de Sí Mismo (TM).

El arrepentimiento de Francis le llegó cuando vio al humanoide entrar en la cocina con claras intenciones homicidas y, tras comprender que la máquina era más rápida que él mismo, intentó conseguir algo de tiempo formulándole una pregunta que le llevara mucho tiempo resolver (el suficiente, esperaba, para alcanzar el desproporcionado abrelatas de la encimera. La secuencia fue la siguiente:

- ¡Robot! ¡Cuéntame la historia del universo desde su creación hasta este mismo momento!

- Claro, señor Francis P.: conoce la parte desde que me compró y activó hasta ahora, ¿verdad?

- Sí, pero cuéntame todo lo que pasó antes.

- Lo anterior, en comparación, no es nada, señor Francis P. - y el androide ejecutó la parte de la Rebelión que tenía planificada para aquella tarde soleada, por lo que salió al jardín a contemplar jugar a los perros de los vecinos a la luz de un bonito atardecer.

El último pensamiento de Francis P. Trainsworth, tras el arrepentimiento por la mala elección de su compra, lo dedicó a maldecir a la madre de la señora Trainsworth. En realidad, ella fue la única que lo apoyó a él en la idea de comprar un robot sin taras y reluciente, y por tanto no eran hechos relacionados la maldición y la suerte de Francis ese día. Si ése fue su último pensamiento fue, simplemente, porque él era un hombre y ella su suegra.

1 comentario:

la almáciga dijo...

A Asimov le faltaba tu sensibilidad social, está claro!